Medellín ha tenido una historia agridulce y convulsionada. De ser una pequeña aldea con un prometedor futuro a comienzos del siglo XX, se convirtió rápidamente en la segunda ciudad de Colombia debido a un crecimiento económico, urbano y poblacional frente al cual las instituciones no alcanzaron a responder adecuadamente, con las consecuencias de pobreza, desigualdad y violencia que conocemos.
Un gran causante de la violencia y la crisis social de los años 80 y 90, que golpearon fuertemente a la ciudad al convertirla en centro del narcotráfico y en la urbe más violenta del mundo, fue el deterioro de la confianza, la indiferencia y el distanciamiento entre los diferentes actores sociales.
Sin embargo, cuando las cosas han funcionado bien, la cooperación entre las instituciones públicas, empresariales, comunitarias y académicas ha sido esencial. Lo fueron para los avances de la primera mitad del siglo pasado y en el conocido resurgimiento a partir de la década de 1990, que la convirtieron en un ejemplo de resiliencia, en una urbe con creciente liderazgo en innovación empresarial y social, admirada globalmente.
Una sociedad es un proyecto colectivo, una artesanía que se construye con paciencia, cooperativamente, desde los colectivos barriales, el gobierno, las empresas, las organizaciones sociales, la academia y los medios de comunicación. La cohesión social, la coordinación y articulación entre actores, el buen gobierno en las entidades públicas y mixtas, y la calidad de la gobernanza son factores fundamentales para el progreso social.
En estos momentos, Medellín está sacudida por una crisis política e institucional que amenaza con hacerla retroceder y arrebatarle sus más queridos valores. Se cierne una nube de intervención política sobre EPM, símbolo de confianza y eficiencia y fuente de una importante parte de nuestra inversión social. Se distancian, además, los actores sociales, debido a un irrespeto de las reglas de juego y de los pactos sociales construidos por décadas.
Lo público es mucho más que lo estatal y, en tanto de todos, debe ser administrado colectivamente. En eso consiste la gobernanza, en reconocer la necesidad de la participación ciudadana, la coordinación entre las instituciones y sociedad civil en la orientación de los asuntos que nos atañen, nos interesan y son fundamentales para nuestro presente y nuestro futuro.
En Todos por Medellín reconocemos que la ciudad no puede perder lo avanzado, debe recoger lo mejor de su pasado, construir sobre lo construido, aprender sus lecciones y continuar avanzando con su proyecto de desarrollo. Medellín es de todos y todas.